miércoles, 14 de septiembre de 2011

¡NO ES UNA UTOPÍA! By. Maria Karina Navarro.


HACIA UNA UTOPÍA CRISTIANA

Dicen por ahí cuidado cuando hablas, los demás te están observando por dentro, es decir que lo que uno habla es lo que uno es; esta sabiduría popular está respaldada con el tan conocido versículo bíblico “de lo que abunda en el corazón, habla la boca”.


Consecuentemente podemos entonces decir que lo que uno escribe, no es otra cosa, que una parte de si mismo plasmada en el papel, escribimos de lo que pensamos, de lo que somos y de lo que creemos.

Esto pudiese ser aplicado al apóstol Pablo, que siendo tan destacado en cuestiones doctrinales y siendo uno de los más brillantes escritores de la biblia, en algunas de sus cartas, deja evidencia de  su propia experiencia y aprendizaje de vida cristiana.    
Vivir según la ley del amor, no es una teoría para Pablo, es una realidad duramente aprendida, el amor es lo más importante, el amor es la esencia y el amor es la filosofía de vida, que adopto, por la cual vivió y murió.

Es por eso que todo creyente es llamado a practicar esa ley, dentro de la congregación (cuerpo de Cristo), en las relaciones sociales o con las autoridades. En pocas palabras el amor debe ser parte de nuestro diario vivir, un cristiano sin amor, no es cristiano.
Nuestra  fe debe ser demostrada  en el amor genuino en todos los ámbitos de nuestra vida; es decir que si no hay amor no hay fe; entonces la fe así entendida se opone a cualquier acto de soberbia personal o de grupo. La presunción, el desprecio o aun la indiferencia con el prójimo no corresponden con esta premisa.

Quien mejor para hablar de libertad, que quien se consideraba social, legal y moralmente libre, pero que no descubrió lo que era la verdadera libertad, sino a través de Jesucristo, aquel a quien tanto perseguía.  

Es por eso que cuando Pablo hace una exhortación para el  buen uso de esa misma libertad, conforme a la norma del amor, no habla retóricamente, sino de algo vivencial: servirse por amor los unos a los otros y sobrellevar los unos las cargas de los otros, no es otra cosa que parte del ministerio que profesaba. Es esta justamente la ley de Cristo y el camino por donde el Espíritu de Dios desea conducir a su iglesia.

La real vida cristiana ha de manifestarse entonces en  la transformación profunda de la persona, dejando atrás la  antigua vida  y armonizando  los  pensamientos, las palabras y las  actitudes con una realidad que no puede ser ocultada  “una nueva vida en Cristo”.

La  bondad, la justicia y la verdad, deben  reposar en el corazón de los creyentes y manifestarse en  todas sus relaciones humanas. En el trato con los demás, debe ser probada la vida cristiana.

En consecuencia la vieja manera de vivir debe quedar en la historia, siendo a partir del conocimiento y acercamiento con Cristo, una nueva forma de vida la que caracterice al cristiano, siendo esto una condición interna, que se materialice en el mundo externo.

Ningún cristiano, puede serlo realmente, si su vida, sus ideas y todo lo que hace no está gobernado por ese irresistible cambio; entonces la vida de quien sigue a Cristo, no debe ser otra cosa que el recuerdo constante de sus enseñanzas y de su estilo de vida.

Entonces el amor que caracteriza la fe y la fe que es el resultado de acercarse a Jesús, debe doblegar cualquier tipo de conflicto, puesto que al gobernar el amor la existencia, es ese amor el que hace que cualquier tipo de ofensa o de pugna por el individuo, quede relegada ante el otro.

Pablo es un ejemplo palpable de esto, su existencia después de su especial encuentro con Cristo, fue resultado de la práctica de lo que enseñaba, su vida daba testimonio de lo que creía, de lo que pensaba, de lo que profesaba; Pablo caminaba por el camino en que ando Jesús.

Si lo escrito por pablo se hace vida en nosotros, así como fue vida en el, antes de ser expresada en el papel, entonces podríamos ser testigos de una renovación social tal y como Cristo no lo enseño.

Que compleja y a la vez liberadora resulta entonces la vida cristiana, para quien la vive realmente, que increíble trastorno del mundo traería la aplicación de estas premisas; entonces podemos con certeza decir que ¡NO ES UNA UTOPÍA! La vida congregacional y social en amor.   

Utopia Social
 ¿Que nos queda por decir entonces ante tan sobrenatural enseñanza? La vida en Cristo no se mide en cuantas estrategias evangelisticas se apliquen, cuánto dinero se  recaude y  cuantos adeptos se gane, si no en cuan real sea la enseñanza de Jesús en nosotros.
¿Entonces que nos impide hacerlo? En Cristo hay libertad, ¿que nos puede entonces obstaculizar tener en nosotros la enseñanza de Cristo? Solo nosotros mismos.
En ese orden de ideas ¡qué diferencia haríamos en el mundo, siendo como Cristo nos mando! Seriamos entonces instrumentos útiles para su obra, que al ser evidente en nosotros, no dejaría lugar a dudas en quienes nos rodean.

Hagámoslo entonces, atrevámonos a permitir la obra de Cristo en todo su esplendor en nuestra propia vida, apliquemos la ley del amor, llenémonos de la libertad que da el acercarse a Cristo, tal vez de esta manera el predicar a Cristo y ganar almas, más sentido, sería más sencillo y efectivo. ¡Tal vez entonces   tendríamos la dignidad de ser llamados el cuerpo de Cristo!

María Karina Navarro.