HACIA UNA UTOPÍA CRISTIANA
Dicen por ahí cuidado cuando
hablas, los demás te están observando por dentro, es decir que lo que uno habla
es lo que uno es; esta sabiduría popular está respaldada con el tan conocido
versículo bíblico “de lo que abunda en el corazón, habla la boca”.
Consecuentemente podemos
entonces decir que lo que uno escribe, no es otra cosa, que una parte de si
mismo plasmada en el papel, escribimos de lo que pensamos, de lo que somos y de
lo que creemos.
Esto pudiese ser aplicado al
apóstol Pablo, que siendo tan destacado en cuestiones doctrinales y siendo uno
de los más brillantes escritores de la biblia, en algunas de sus cartas, deja
evidencia de su propia experiencia y
aprendizaje de vida cristiana.
Vivir según la ley del amor,
no es una teoría para Pablo, es una realidad duramente aprendida, el amor es lo
más importante, el amor es la esencia y el amor es la filosofía de vida, que
adopto, por la cual vivió y murió.
Es por eso que todo creyente
es llamado a practicar esa ley, dentro de la congregación (cuerpo de Cristo), en
las relaciones sociales o con las autoridades. En pocas palabras el amor debe
ser parte de nuestro diario vivir, un cristiano sin amor, no es cristiano.
Nuestra fe debe ser demostrada en el amor genuino en todos los ámbitos de
nuestra vida; es decir que si no hay amor no hay fe; entonces la fe así entendida se opone a cualquier
acto de soberbia personal o de grupo. La
presunción, el desprecio o aun la indiferencia con el prójimo no corresponden
con esta premisa.
Quien mejor para hablar de
libertad, que quien se consideraba social, legal y moralmente libre, pero que
no descubrió lo que era la verdadera libertad, sino a través de Jesucristo,
aquel a quien tanto perseguía.
Es por eso que cuando Pablo
hace una exhortación para el buen uso de
esa misma libertad, conforme a la norma del amor, no habla retóricamente, sino
de algo vivencial: servirse por amor los unos a los otros y sobrellevar los unos
las cargas de los otros, no es otra cosa que parte del ministerio que profesaba.
Es esta justamente la ley de Cristo y el camino por donde el Espíritu de Dios desea
conducir a su iglesia.
La
real vida cristiana ha de manifestarse entonces en la transformación profunda de la persona,
dejando atrás la antigua vida y armonizando
los pensamientos, las palabras y
las actitudes con una realidad que no
puede ser ocultada “una nueva vida en
Cristo”.
La bondad,
la justicia y la verdad, deben reposar
en el corazón de los creyentes y manifestarse en todas sus relaciones humanas. En el trato con
los demás, debe ser probada la vida cristiana.
En
consecuencia la vieja manera de vivir debe quedar en la historia, siendo a
partir del conocimiento y acercamiento con Cristo, una nueva forma de vida la
que caracterice al cristiano, siendo esto una condición interna, que se
materialice en el mundo externo.
Ningún
cristiano, puede serlo realmente, si su vida, sus ideas y todo lo que hace no
está gobernado por ese irresistible cambio; entonces la vida de quien sigue a Cristo,
no debe ser otra cosa que el recuerdo constante de sus enseñanzas y de su
estilo de vida.
Entonces
el amor que caracteriza la fe y la fe que es el resultado de acercarse a Jesús,
debe doblegar cualquier tipo de conflicto, puesto que al gobernar el amor la
existencia, es ese amor el que hace que cualquier tipo de ofensa o de pugna por
el individuo, quede relegada ante el otro.
Pablo
es un ejemplo palpable de esto, su existencia después de su especial encuentro
con Cristo, fue resultado de la práctica de lo que enseñaba, su vida daba
testimonio de lo que creía, de lo que pensaba, de lo que profesaba; Pablo
caminaba por el camino en que ando Jesús.
Si
lo escrito por pablo se hace vida en nosotros, así como fue vida en el, antes
de ser expresada en el papel, entonces podríamos ser testigos de una renovación
social tal y como Cristo no lo enseño.
Que
compleja y a la vez liberadora resulta entonces la vida cristiana, para quien
la vive realmente, que increíble trastorno del mundo traería la aplicación de
estas premisas; entonces podemos con certeza decir que ¡NO ES UNA UTOPÍA! La vida
congregacional y social en amor.
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Utopia Social |
¿Que
nos queda por decir entonces ante tan sobrenatural enseñanza? La vida en Cristo
no se mide en cuantas estrategias evangelisticas se apliquen, cuánto dinero
se recaude y cuantos adeptos se gane, si no en cuan real
sea la enseñanza de Jesús en nosotros.
¿Entonces
que nos impide hacerlo? En Cristo hay libertad, ¿que nos puede entonces obstaculizar
tener en nosotros la enseñanza de Cristo? Solo nosotros mismos.
En
ese orden de ideas ¡qué diferencia haríamos en el mundo, siendo como Cristo nos
mando! Seriamos entonces instrumentos útiles para su obra, que al ser evidente
en nosotros, no dejaría lugar a dudas en quienes nos rodean.
Hagámoslo
entonces, atrevámonos a permitir la obra de Cristo en todo su esplendor en
nuestra propia vida, apliquemos la ley del amor, llenémonos de la libertad que
da el acercarse a Cristo, tal vez de esta manera el predicar a Cristo y ganar
almas, más sentido, sería más sencillo y efectivo. ¡Tal vez entonces tendríamos la dignidad de ser llamados el
cuerpo de Cristo!
María Karina Navarro.